Lo que debes tener como periodista es valor, muchos huevos para informar lo que es y eso pocos lo tienen, platicaba un día de 1990 Martín Lara Reina a quien escribe.
Cubría la sección policíaca en Notiver, siempre con su cámara réflex en la mano derecha y con las cuerdas que la soportan enredadas en su muñeca.
Robusto, estatura media, barbón y bragado porque, hasta eso, aventaba a boca de jarro que “a mí nadie me agarra de pendejo y si lo intentan me fajo con quién sea”.
Salía del café como buscando algo: “siempre hay que andar a las vivas porque, en esto, nunca sabes de dónde te va a caer el madrazo” y por eso caminaba como al acecho.
Correteaba las patrullas policíacas, huía tras ambulancias, sabrá Dios cómo le hacía pero casi siempre llegaba antes que todos a un accidente a cubrirlo.
Martín era “fuente” porque muchos lo consultaban para obtener datos de la nota roja para redactar sus notas informativas y accedía porque, hasta eso, era un tipazo.
Pero tenía la característica de cubrir de todo: lo mismo lo veía en una protesta social, una marcha o una conferencia de prensa que en los partidos de Los Tiburones Rojos o el Águila de Veracruz.
Martín caminó todas las rutas explotables del periodismo: cubrió policíaca, deportes, información general y hasta espectáculos porque “en esto hay que entrarle a todo”, comentó una de las muchas veces que Juan Gabriel ofreció un concierto en el World Tarde Center (WTC).
Fueron rutas que exploró y lo hizo con profesionalismo, con maestría pese a no ser un periodista académico.
Jaguar, como le gustaba que le llamaran, fue uno de esos periodistas empíricos que podría dar clases aún sin haber pasado por el aula de una universidad de periodismo.
Hoy, el periodismo quedó cojo pero el cielo ha rescatado un buen periodista: descansa en paz viejo amigo, ve con Dios Martín Lara Reina. / FOTOJAROCHA.COM / Cortesía Fidel Pérez